
En su demanda en curso contra la Oficina Federal de Prisiones, Silverstein afirma que sus décadas de absoluto aislamiento en una celda de hormigón de pequeñas dimensiones, violan la prohibición constitucional de castigos crueles e inusuales, así como la garantía del debido proceso.
En apoyo a esta demanda, Tommy Silverstein, ahora con 59 años, ha escrito una larga declaración, "principalmente para describir mi experiencia durante este largo período de aislamiento: la naturaleza y el impacto de las duras condiciones que he soportado a pesar de un historial de conducta intachable durante más de 22 años, y mi falta de conocimiento acerca de lo que, en todo caso, yo puedo hacer para reducir mi aislamiento. "Después de pedir disculpas" por las acciones que me trajeron aquí, en primer lugar, "el asesinato del agente penitenciario Clutts Merle, Silverstein sostiene que ha "trabajado duro para convertirse en un hombre diferente." Y continúa: "Yo entiendo que merezco ser castigado por mis acciones, y no creo que nunca vaya a salir de la cárcel... Yo sólo quiero cumplir el resto de mi tiempo en paz con otros hombres maduros que estén también cumpliendo su condena."
La mayor parte de la declaración es un relato detallado de las experiencias de Silverstein en una serie de lo que constituye la vida más segura y aislada en el sistema penitenciario federal: en la tristemente célebre Unidad de Control de Marion, el prototipo de máxima seguridad, en la USP de Atlanta, en una celda lateral subterránea y sin ventanas que mide 6 x 7 pies.
Lo que sigue es una descripción de Tommy Silverstein sobre su vida en la USP de Atlanta:
La celda era tan pequeña que podría tocar las dos paredes a la vez estando de pie en cualquier sitio. El techo era tan bajo que podía alcanzar y tocar la lámpara caliente.
Mi cama ocupaba la longitud de la celda, y no había otros muebles, nada de nada ... Las paredes eran de acero macizo y todo pintado de blanco.
Me estaba permitido llevar ropa interior, pero no me dieron más ropa.
Poco después de mi llegada, el personal de la prisión comenzó a hacer obras, añadiendo más barrotes de metal y otras medidas de seguridad a la celda mientras yo estaba en ella. Para no quemarme con las chispas que soltaban al soldar las barras de metal, tenía que permanecer tumbado en la cama y cubierto con una sábana.
Es complicado describir el horror que viví durante esas obras. Mientras ellos iban añadiendo muros alrededor de mi celda, sentía como si me estuvieran enterrando vivo. Estaba aterrorizado.
Durante mi primer año en aquella celda, estuve completamente aislado del mundo exterior y no tenía forma de ocupar mi tiempo. No se me permitió tener ninguna visita, llamadas de teléfono o materiales de lectura, salvo una Biblia. No se me permitió tener un televisor, radio o reproductor de cintas. No podía hablar con nadie y no tenía prácticamente nada en qué centrar mi atención.
No sólo estaba aislado, sino también desorientado. Esto se vio agravado por el hecho de que no se me permitió tener reloj. Además, las luces artificiales se mantuvieron encendidas en la celda constantemente, aumentando mi desorientación y haciendo muy difícil que conciliar el sueño. No sólo estaba constantemente iluminada la celda sino que además las luces zumbaban incesantemente. El zumbido era desesperante, ya que a menudo no había otros sonidos en absoluto. Esto puede sonar como una cosa pequeña, pero para mí era todo mi mundo.
Traté de medir el paso de los días contando las bandejas de comida. Sin ser capaz de mantener la noción del tiempo, a veces pensé que los oficiales me habían abandonado y que nunca regresarían. Pensé que habían desaparecido durante varios días, y me iba a morir de hambre. Es probable que se hubieran ido sólo por unas horas, pero no tenía manera de saberlo.
Mi vista se deterioró en aquella celda, creo que debido a las luces brillando constantemente, o, posiblemente, también por otros aspectos de aquel entorno hostil. Todo comenzó a aparecer borroso y me convertí en fotosensible, me quemaban los ojos y me daban dolores de cabeza.
Casi todo el tiempo, los oficiales se negaron a hablar conmigo. A pesar de esto, oí gente que yo pensaba que eran oficiales, me susurraban, me decían que me odiaban y me llamaban nombres. A día de hoy, no estoy seguro de si los agentes me estaban haciendo aquello, o si yo estaba empezando a perder la cabeza y se trataba de alucinaciones.
En la celda he perdido la capacidad de distinguir lo que era real. Soñaba que estaba en la cárcel. Cuando me despertaba, no estaba seguro de cuál era la realidad y qué era un sueño.
Enlace a la declaración completa de Thomas Silverstein
Vía solitary watch
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